Última actualización:
May 19, 2022
Años publicados: 1989, 1991, 1998, 2005, 2009, 2012, 2022
NORD agradece a Emilia Wang y Rioke Diejomaoh, pasantes editoriales de NORD de la Universidad de Notre Dame, Joseph Farris, PhD, Profesor de Biología, Universidad Estatal de Saginaw Valley, y Kerry O. Cleveland, MD, Profesor de Medicina, Departamento de Medicina, División de Enfermedades Infecciosas, Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Tennessee, por su asistencia en la preparación del informe en ingles sobre fiebre Q. El informe en inglés fue traducido al español y modificado por Gioconda Alyea, médica genetista brasileira el 17 de abril del 2023.
La fiebre Q es una enfermedad infecciosa que se propaga por la inhalación o ingestión de una bacteria conocida como Coxiella burnetii, que pertenece a un grupo mayor de bacterias que se conoce como la orden de las Legionellales.
Esta bacteria infecta naturalmente a algunos animales, como las cabras, las ovejas y el ganado vacuno. La bacteria C. burnetii se encuentra en los productos del parto (o sea, la placenta, el líquido amniótico), la orina, las heces y la leche de animales infectados. Las personas se pueden infectar al respirar el polvo que ha sido contaminado por las heces, la orina, la leche y los productos del parto de los animales infectados o al comer o beber alimentos contaminados. Los trabajadores agrícolas, especialmente los que trabajan con animales, las personas que trabajan en los mataderos y los veterinarios son los que tienen más riesgo de tener esta enfermedad. Otras formas de transmisión son raras, pero incluyen las picaduras de garrapatas y la transmisión de persona a persona.
La fiebre Q causa síntomas muy variables que van desde una infección aguda (a menudo autolimitada) hasta una infección crónica letal. La progresión de la fiebre Q de infección aguda a fiebre crónica ocurre en menos del 5% de los pacientes. Las infecciones que no causan síntomas externos (subclínicas) o que no presentan síntomas (asintomáticas) también son comunes. La fiebre Q aguda se trata con antibióticos. El tratamiento de la fiebre Q crónica es más complejo y depende de los síntomas que se presentan. Las personas de todas las edades son susceptibles a la fiebre Q.
La infección por C. bunetti es considerada como una posible arma biológica porque la bacteria se puede transmitir por la vía área y es muy resistente a las condiciones ambientales como el calor y la presión.
Las señales y los síntomas de la fiebre Q pueden variar mucho de una persona a otra. La infección puede no presentar síntomas aparentes (ser asintomática); puede presentarse como una forma aguda de enfermedad caracterizada por una enfermedad similar a la gripe que desaparece por sí sola (autolimitada) o puede presentarse con síntomas más graves o una forma crónica que puede estar asociada con complicaciones graves. Los investigadores creen que una variedad de factores puede influir en la gravedad de la fiebre Q, incluida la edad, el sexo, la salud general de una persona, y las afecciones médicas preexistentes (por ejemplo, enfermedades cardíacas).
Fiebre Q aguda: La forma aguda de la fiebre Q comienza aproximadamente de dos a tres semanas después de la exposición a la bacteria. La fiebre Q aguda se caracteriza por:
Fiebre Q crónica: La fiebre Q crónica puede ocurrir meses o años después de la enfermedad aguda o puede ocurrir sin un historial previo de fiebre Q aguda sintomática. La mayoría de los casos de fiebre Q crónica ocurren en personas con afecciones predisponentes, como anomalías existentes en las válvulas cardíacas o en los vasos sanguíneos (vasculares) o un sistema inmunitario comprometido. Las señales y los síntomas pueden incluir:
Las personas afectadas pueden desarrollar complicaciones como:
Con menos frecuencia, la fiebre Q crónica puede presentarse como una infección de los huesos y las articulaciones (infección osteoarticular), como la osteomielitis o la osteoartritis, que puede causar dolor en los huesos y las articulaciones. Otros síntomas menos comunes incluyen morfología anormal de las válvulas cardíacas, inmunodeficiencia, aumento del nivel de anticuerpos circulantes, lesiones cutáneas planas y elevadas (exantema maculopapular), neumonía, manchas rojas o moradas en la piel (púrpura) y positividad del factor reumatoide.
Las personas con fiebre Q crónica también pueden tener una variedad de síntomas similares a los que tienen los pacientes con fiebre Q aguda, que incluyen fiebres prolongadas (aunque las fiebres suelen estar ausentes), dolor en las articulaciones (artralgia), dolor muscular (mialgia), sudores nocturnos, escalofríos, fatiga y pérdida de peso involuntaria.
Los síntomas menos comunes (aproximadamente del 1% al 4% de las personas) incluyen función anormal del ventrículo izquierdo, acumulación anormal de amiloide (amiloidosis), inflamación de la vesícula biliar (colecistitis), inflamación del cerebro (encefalitis), anticoagulante lúpico, hinchazón ganglios linfáticos (linfadenopatía) o inflamación del líquido y la membrana alrededor del cerebro y la médula espinal (meningitis).
Usted puede visitar el enlace de Orphanet, la base de dados europea de enfermedades raras para ver la frecuencia de cada síntoma en una tabla llamada HPO (Human Phenotype Ontology).
La fiebre Q es causada por la inhalación o ingestión de la bacteria Coxiella burnetii. Las personas suelen estar expuestas a la bacteria a través de la leche, la orina y las heces de animales infectados (por ejemplo, al inhalar aire contaminado en un corral). Cuando estas sustancias de desecho se secan en el aire, las bacterias pueden mezclarse con el polvo de corral que flota alrededor. En consecuencia, esta infección se transmite principalmente a los humanos a través de los pulmones cuando respiran el polvo contaminado. Además, cuando un animal infectado tiene un parto, la bacteria puede estar presente en grandes cantidades en el líquido amniótico y la placenta.
La bacteria de la fiebre Q infecta principalmente a los animales de granja, como el ganado, las ovejas y las cabras. Sin embargo, se ha informado en una amplia variedad de animales, incluidos animales domésticos como perros, gatos y conejos. La bacteria C. burnetii es altamente infecciosa. La bacteria puede sobrevivir en el medio ambiente durante largos períodos de tiempo porque es resistente a las condiciones ambientales como el calor y la presión. También es resistente a muchos desinfectantes comunes.
Los modos menos comunes de transmisión a los humanos incluyen trabajar en un matadero, beber leche sin pasteurizar y cazar, sacrificar o vestir la piel de animales infectados. Según la literatura médica, en casos extremadamente raros, se ha informado de transmisión de persona a persona. Muy raras veces, la fiebre Q se ha propagado de una mujer embarazada a su bebé por nacer, a través de las transfusiones de sangre o de las relaciones sexuales.
El modo de transmisión en animales salvajes y domésticos es diferente del modo de transmisión en humanos. Los animales se infectan con C. burnetii a partir de garrapatas infectadas. Originalmente, la fiebre Q se clasificó como una enfermedad rickettsial (rickettsiosis) un grupo de enfermedades infecciosas que con mayor frecuencia se transmiten a los humanos a través de las garrapatas. Sin embargo, con base en estudios de hibridación ADN-ADN y secuenciación del genoma, C. burnetii se clasifica como un tipo de la orden de Legionellales, que también contiene Legionella pneumophila, la bacteria que causa la enfermedad del legionario.
Las personas con ciertas condiciones médicas preexistentes tienen un mayor riesgo de desarrollar fiebre Q crónica. Estas condiciones incluyen enfermedad de las válvulas cardíacas, anomalías en los vasos sanguíneos, sistema inmunitario debilitado o insuficiencia renal.
La fiebre Q ocurre en todo el mundo y puede afectar a personas de todos los orígenes raciales y étnicos. Se desconoce la incidencia de la fiebre Q porque en muchos países no es una enfermedad de notificación obligatoria. De 2000 a 2012, la tasa de incidencia de esta enfermedad en los Estados Unidos fue de 0,38 casos por millón de personas por año. Ha habido tasas de incidencia más altas en ciertos países como los Países Bajos, donde hubo informes de miles de casos humanos.
La fiebre Q ha ocurrido con más frecuencia en hombres que en mujeres, sin embargo, esta tendencia se atribuye al hecho de que más hombres trabajan en ocupaciones donde es probable que ocurra exposición a la bacteria C. burnetii. La fiebre Q puede afectar a personas de cualquier edad, pero rara vez se informa de niños afectados. Algunos investigadores han especulado que el niño puede tener síntomas que son más leves y por lo tanto no son diagnosticados.
Las señales y los síntomas de la fiebre Q son inespecíficos, ya que pueden estar presentes en muchas otras enfermedades diferentes. El diagnóstico de fiebre Q generalmente requiere un examen serológico, que mide y caracteriza los anticuerpos.
La bacteria C. burnetii presenta dos formas antigénicas de gran utilidad en el diagnóstico de la fiebre Q: el antígeno de fase I (microorganismos virulentos) y el antígeno de fase II (microorganismos avirulentos). La determinación del nivel de anticuerpos frente a cada uno de estos antígenos puede ayudar a diferenciar la fiebre Q aguda de la crónica. En los pacientes en fase aguda, los títulos frente a fase II son superiores a los títulos frente a fase I, mientras que en lo crónicos ocurre lo contrario; en los pacientes crónicos de fiebe Q que presentan endocarditis, los niveles de IgA sérica pueden estar muy elevados.
Las personas infectadas desarrollan anticuerpos específicos contra la fiebre Q, que incluyen inmunoglobulina G (IgG), inmunoglobulina A (IgA) e inmunoglobulina M (IgM). Medir los niveles de estas clases de anticuerpos puede ayudar a confirmar un diagnóstico de fiebre Q. Durante la fase aguda de la fiebre Q, se pueden detectar anticuerpos IgG e IgM. En la fiebre Q crónica, se pueden detectar niveles de IgG o IgA.
En la fiebre Q aguda, los niveles de anticuerpos contra el antígeno de fase II de C. burnetii son más altos que los del antígeno de fase I. Los antígenos de fase II de C. burnetii normalmente se detectan durante la segunda semana de la enfermedad. En la fiebre Q crónica, es común un alto nivel de anticuerpos de fase I con un nivel constante o decreciente de anticuerpos de fase II junto con otros marcadores inflamatorios elevados.
Las tres pruebas serológicas más comunes para la fiebre Q son la inmunofluorescencia indirecta, la fijación del complemento (un método que demuestra la presencia de anticuerpos en el suero del paciente) y el ensayo inmunoabsorbente ligado a enzimas (ELISA). La inmunofluorescencia indirecta es una prueba que puede detectar la presencia de anticuerpos específicos en la sangre u otros fluidos. Los anticuerpos están etiquetados con una sustancia que hace que brillen cuando se exponen a la luz ultravioleta. Las pruebas de fijación del complemento y ELISA también pueden detectar la presencia de anticuerpos o antígenos específicos. La identificación del agente infeccioso en cultivos celulares, huevos de gallina embrionados y animales de laboratorio también es posible, pero requiere un laboratorio especial con nivel de bioseguridad tres (BSL3).
Una prueba común que se ha utilizado para ayudar en el diagnóstico de la fiebre Q en algunos casos es una prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Una prueba de PCR es una prueba altamente sensible que amplifica un segmento específico o una muestra de ADN, creando miles de millones de copias de ese segmento. Hay tres pasos clave para crear la multitud de copias de un segmento. Primero, las hebras de ADN se calientan para que se separen. A continuación, la reacción se enfría para que el cebador (segmentos pueda unirse al ADN. La PCR implica el uso de fragmentos cortos de ADN sintético, denominados cebadores, para seleccionar un segmento del genoma que se amplificará. Un cebador es una secuencia corta de nucleótidos utilizada para proporcionar un punto de partida para la reacción de síntesis de ADN. Finalmente, se vuelve a elevar la temperatura de la reacción para extender los cebadores y sintetizar nuevas cadenas de ADN. Este segmento amplificado puede luego estudiarse para detectar la presencia de infección por C. burnetii. Esta técnica se ha empleado con éxito para detectar ADN de C. burnetii en cultivos celulares y en muestras biológicas.
Aunque una prueba de PCR es muy sensible, un resultado negativo no necesariamente descarta una infección por fiebre Q. Las razones de un resultado negativo incluyen la inhibición de la PCR o niveles bajos de C. burnetti que no son detectables por la reacción en cadena de la polimerasa.
Un médico también puede ordenar algunas pruebas de imagen para verificar la salud de los órganos internos. Se puede usar una radiografía de tórax para evaluar la neumonía, que afecta a algunas personas con fiebre Q. Además, se utiliza una ecocardiografía si se sospecha fiebre Q crónica. Esta prueba puede revelar cualquier problema con las válvulas del corazón.
Las personas con fiebre Q son tratadas con antibióticos. Algunos casos leves de fiebre Q pueden mejorar sin tratamiento, aunque la terapia con antibióticos generalmente puede ayudar a reducir la duración de la infección. Los médicos recomiendan que todas las personas en las que se detecte fiebre Q reciban terapia con antibióticos, incluso aquellas que no presenten síntomas reconocibles.
El antibiótico más usado es la doxiciclina, que es más eficaz cuando se inicia dentro de los tres días después que comienza la infección.
Se pueden usar medicamentos antiinflamatorios si las personas no responden a los antibióticos.
El medicamento llamado hidroxicloroquina, que se usa para tratar la malaria, también se ha usado para tratar la fiebre Q (la hidroxicloroquina puede ayudar a elevar el pH de los compartimentos lisosomales, lo que permite una actividad antibiótica más eficaz hacia las bacterias).
La fiebre Q crónica es más difícil de tratar. La endocarditis puede requerir un tratamiento prolongado con antibióticos que generalmente implica el tratamiento con múltiples tipos. Por ejemplo, el tratamiento se puede hacer con una combinación de doxiciclina e hidroxicloroquina. Para pacientes alérgicos a la doxiciclina, se puede usar trimetoprim-sulfametoxazol en su lugar. No se sabe cuál es la duración ideal del tratamiento y parece variar de persona a persona. En personas con daño en las válvulas cardíacas o antecedentes de insuficiencia cardíaca, puede ser necesaria la cirugía.
En Estados Unidos actualmente no existe una vacuna aprobada por la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) para la fiebre Q. Una vacuna para prevenir la fiebre Q está disponible solamente en Australia. en Australia se recomienda la vacunación para proteger a las personas con riesgos laborales (p. ej., trabajadores de mataderos y de la industria láctea, trabajadores con grasas animales, pastores, esquiladores, granjeros). Debe realizarse un control previo a la vacunación con análisis de piel y de sangre para identificar una inmunidad preexistente a la fiebre Q, ya que la vacunación de personas que ya tienen inmunidad puede causar reacciones locales graves.
El sitio en la red de Clinical Trials, desarrollado por los Institutos Nacionales de la Salud, proporciona información sobre las investigaciones clínicas.
Usted puede ver las investigaciones sobre la fiebre Q en el siguiente enlace: https://clinicaltrials.gov/ Use el término “Q fever” pare ver los estudios disponibles. Recomendamos que comparta esta información con los médicos para que analicen los estudios y determinen la indicación de la participación en algún estudio. (en inglés)
Para obtener información sobre los ensayos clínicos en Europa, póngase en contacto con: https://www.clinicaltrialsregister.eu/
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Usted puede aprender más sobre esta enfermedad en los siguientes sitios en la red:
Las siguientes fuentes de información en inglés también pueden ser de utilidad:
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